¡Llegó el día! Es temprano, pero no tanto; mañana deberá levantarse mucho antes.
Va solo, nunca ha sido así, pero hoy no le acompañan ni su padre ni su madre. Transita del campo a la ciudad para su camino labrar.
Desde verano ya sale los fines de semana, en el último año ha ido dos veces de viaje a la península con sus compañeros, pero, aun así, el viaje de hoy es distinto, y lo sabe.
En breve subirán muchos de sus antiguos compañeros, algunos, aún amigos, aunque no todos van al mismo lugar.
Varios, como él, harán escala en el vetusto edificio, ansiosos por demostrar que pueden hacerse un sitio en ese barco que a la Universidad, les debería llevar.
En el fondo, le encantaría saber cuántos le van a acompañar en el mismo camarote, pero no puede elegir con quién estar, a él no le gustaría verse sólo, aunque no lo diga. De todas formas, aprenderá a sortear la dificultad.
No sabe bien si está emocionado, entusiasmado, asustado, o provocado. Sea como fuere, no quiere que se le note.
Le dijeron que él valía, y por eso tomó el billete para el barco más rápido, con destino a su sueño.
Sin embargo, los caminos cortos no te garantizan llegar antes, y eso lo averiguará pronto.
Con el tiempo, entenderá que la meta no es el fin, y que el camino es algo más que un lugar por el que transitar.