Iglesia y Religión

Nacidos en los años de la guerra y criados en la posguerra, sobra decir que eran católicos, lo cual no era incompatible con que fuesen capaces de pensar por sí mismos. A sus hijos los criaron en la misma creencia, pero más con el ejemplo que con la chancla. La familia iba cada sábado a misa, pero el patriarca se sentaba siempre al final de la sencilla pero espaciosa iglesia. Con el tiempo, con su humor socarrón, si le preguntabas porque lo hacía, decía que lo hacía para que, si faltaba algo, no le echasen la culpa. Era su forma de expresar que creía en Dios, aunque no tanto en los curas.

Su hijo, después de los años iniciales en que se peleaba por ser monaguillo, y hasta que hizo la Primera Comunión, acudía a la iglesia con el ansia de saber. Luego, pasó a ir porque era la condición para poder ir los sábados al pueblo, y así estar con la juventud un rato antes de la celebración de La Palabra y un rato después, antes de volver a la casa.

Cuando llegó el tiempo de la adolescencia, ése en el que todos los jóvenes se creen más sabidos que cualquier mayor, la obligación dejó de existir, pero entre ir a misa y quedarse en un bar, quizás por costumbre, quizás por ser creyente, o quizás por falta de recursos, continuó yendo a misa a escuchar a Dios. Fue en esos años en que el Reverendo D. Julio Sánchez Rodríguez se hizo cargo de la parroquia, hombre bueno, de palabra, de gestos y vestimenta sencilla, e inquieto investigador y escritor. Siempre cercano, estaba a disposición de todos, incluso de un joven como él.

El tiempo pasa, y a los curas se les traslada de parroquia. Él, peleado con el mundo, sintiéndose menos, sin querer serlo, siempre estaba serio, creía que estando malhumorado le iría mejor. Un día, un nuevo sacerdote disfrazado de cuervo, con pelo blanco, intentando acercarse, le preguntó por qué estaba serio. Y él, arrogante, le contestó que no tenía motivos para reírse. Respuesta que, luego, contaba orgulloso.

¡Cuánto han pesado esas palabras con los años! La de motivos que hay para reír, con los problemas que han de venir.

Juan José Benítez-Hernández, ¡un economista entusiasta de las letras!

Imaginar mundos e historias siempre formaron parte de su recorrido vital, pero no fue hasta el año 2022 en que buscó el tiempo para desarrollarlo.
Actualmente tiene un relato corto publicado en el libro “Guía Literaria”, además tiene tres novelas terminadas, pendientes de publicación, y se encuentra recopilando datos para comenzar a escribir una cuarta.
De esta forma intenta hacer su camino para que los lectores, que lo deseen, puedan disfrutar de sus historias. 
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