Él estaba al fondo, esperando que le enseñaran varios modelos, y así poder elegir un buen bolígrafo. Miró hacia la puerta justo en el momento en el que entró. Ella saludó, y contempló con la curiosidad de quien busca comprobar que sus sentidos reconocen ese lugar al que tantas veces había ido. Hacía al menos veinte años que no se veían, y mucho más tiempo que no se hablaban. Ella fue acercándose hasta el final de la librería, se notaba que no tenía prisa. De repente, encaró con él, le reconoció, y le saludó con un fuerte abrazo, como el que se dan los amigos que el tiempo separó mientras sus vidas avanzaban.
Ella rompió el hielo, habló de los sentidos, de cómo la librería no había cambiado nada con el paso de los años. Enfatizó mucho la sorpresa que le producía que el papel pintado fuera el mismo, bajo la mugre del tiempo. Y cómo seguía teniendo el mismo olor a vieja papelería. Era normal, hacía mucho que no venía, mientras él era cliente habitual y no se había fijado en esos detalles. Pero, en realidad, tenía razón. Es la cotidianidad la que evita que percibas los cambios, o la falta de ellos. Ese día ella le enseñó que todo estaba igual que el primer día que entraron, el tiempo se había parado, seguían allí aquellos viejos mostradores de aluminio, las ferrumbientas estanterías y los mismos dueños, aunque más mayores, como también les pasaba a ellos.
Del ámbito personal nada hablaron, sólo del porqué de su visita, que era profesional, a la ciudad que la vio crecer. Se alegraron de verse, pero no lo suficiente como para seguir en contacto. El propietario llegó, él le dijo que le despachara a ella primero. Se despidió con otro abrazo, y se marchó embelesada, de nuevo, con las paredes.
Había sido su primera atracción por el sexo contrario. La primera que se había burlado de sus intenciones. La que, junto a sus amigas, parecía no entender ¡cómo él se atrevía! En ese momento, se dio cuenta de que aún tenía guardado su primer rechazo. Ella nunca le respondió, sólo le ignoró. Pero entiende que ese recuerdo es parte de su recorrido vital. Sabe que ella no era el camino. ¡Sólo fue uno de los tropiezos!